lunes, 27 de octubre de 2014

PREÁMBULO

grafía, que contrató usted el año pasado  por recomendación de la alcaldesa de Lucena para que realizara un inventario de  los archivos generales de la Diputación de Granada.

            El diputado de cultura contempló el reloj dorado, que formaba parte del mobiliario tipo renacentista de su despacho, desde no se sabía cuantas generaciones atrás. Y mirando a su secretario por encima de los lentes bifocales, le hizo un ademán de que lo hiciera pasar.

            - ¡Mi querido Carmelo!, -apuntó el diputado, mientras se ponía en pie y se dirigía hacia el funcionario con la mano extendida- es un verdadero placer volverlo a ver. Creo, que hace más de un año que no teníamos contacto el uno con el otro. Pero, ya imaginará lo que es la vida de un cargo público. Todo reuniones, entrevistas, ruedas de prensa, almuerzos... Un desbarajuste, que usted desconoce. En fin, el motivo de haberlo hecho llamar, es primeramente para felicitarle por el excelente trabajo que ha realizado en los archivos de la Diputación. Y también, para encomendarle un nuevo encargo para con esta entidad.

            >>Como usted bien sabe, las elecciones se aproximan y es el momento de ponerse nuevamente las pilas –le explicó el diputado con cierta sonrisa-. Por ello, el presidente y yo hemos pensado, que sería bueno para los intereses generales de la provincia, realizar un informe inventariado y detallado de toda la monumentalidad existente en los diferentes pueblos que la componen. Sé, que con su experiencia logrará satisfacer nuestras ambiciones y todos nos sentiremos orgullosos.

            >>¡Ah!, un último deseo, antes de que se marche. Espero tener en esta mesa el documento finalizado antes de tres meses. Usted comprenderá, que se lo ordeno, no por cuestiones personales sino políticas.

            Y en diciendo estas palabras, hizo señales a su secretario López para que diera por concluida la entrevista.

             


Al siguiente día Carmelo Chinchilla tomó el autobús, tras desayunarse un par de tostadas de aceite con café con leche en la cafetería  Barrón, y como era habitual en él desde que llegó a Granada se dirigió a su puesto de trabajo sito en el Palacio de los Condes de Gabia, edificio donde se encuentra el Área de Cultura de la Diputación. Allí, en la soledad de su despacho comenzó a archivar todos los trabajos pendientes, mientras intentaba ordenar en su mente el compromiso aceptado para  el futuro.

Para ello, primeramente se hizo con un mapa general y detallado de la provincia de Granada, donde a lo largo de la mañana fue trazando las rutas que seguiría en sus actuaciones de los próximos meses. Una vez resuelta esta eventualidad que le llevó  parte de la mañana, subió hasta el primer piso del edificio, donde se encontraban las oficinas generales de su departamento. En éstas, había trabajando una tropa de administrativas que lo saludaron afectuosamente pero con cierto menosprecio. Sobre todo Isabel, la más guapa de las jóvenes que era a la vez la secretaria del secretario del diputado de cultura.

Siempre que Carmelo se dirigía a esta muchacha sentía cierto rubor, no porque lo intimidara sino por la ropa un tanto incitante que solía llevar puesta. Aquel día de invierno, pues hemos de recordar que era noviembre, la joven lucía una  camiseta ajustada, desde donde se podían imaginar unos respingones pechos, y una faldita muy corta bajo la que se insinuaba una braguitas tanga.

-Buenos días, Carmelo, ¿qué se te ofrece?

- ¡Hola!, mira necesitaría hablar con López. Tengo un problema y necesito que me dé una solución.

- Pues no sé, si te  podrá atender. El secretario está muy ocupado, pero le diré que estás aquí. Siéntate y espera, pues está hablando por teléfono.

Carmelo tomó asiento en un sofá de polipiel blanca que había frente a la mesa de Isabel y cogió una revista propagandística en la que se anunciaban los actos culturales próximos en Granada. Comenzó a hojearla pausadamente, como era su costumbre, sin leer el contenido, simplemente los titulares. Así estuvo un ratito, hasta que al pasar una hoja pudo observar, que desde donde se encontraba podía verle las piernas a la bella Isabel en toda su extensión. Hecho pr el que dejó de hojear la revista y comenzó a imaginar a la muchacha de un modo más íntimo.

No llevaría un minuto en esta actitud, cuando López abrió la puerta de su despacho y le indicó que pasara, pero que se diese prisa pues tenía la mañana algo ocupada.

-¿En que puedo servirle?

-Mire usted señor López, ya he montado el dispositivo de acción

para realizar el trabajo encomendado por el señor diputado, pero ahora me hace falta resolver algunas cuestiones que no dependen de mí. Por ejemplo, necesito que se me faciliten unas dietas para poder desarrollar el trabajo dignamente y además, necesito un medio de transporte.

            - ¿Y para esas cuestiones tan superfluas, entorpece mis labores? –señaló López, muy aireado-. Todo está dispuesto, ¿qué se imagina?, que somos unos indolentes, pues está muy equivocado. Vaya a administración y allí le facilitarán una cantidad fija diaria para sus gastos de manutención, hospedaje y gasolina. Inmediatamente después, acérquese al parque móvil, donde le tienen preparado un vehículo. ¡Buenos días! –le apuntó al despedirlo, no sin antes no dejar de recordarle, que eran tres los meses que disponía para finalizar la investigación-.



            En administración no tuvo ningún problema Carmelo para que le asignaran una dieta, de las denominadas por el funcionariado de tercera categoría, es decir de las modestas, que son aquellas que no llegan a cubrir los gastos en su totalidad sino te privas de algún café y bocadillo. En el parque móvil, la situación no fue muy diferente. Si bien Carmelo no llevaba una idea preconcebida del automóvil que se le iba a asignar, nunca hubiera imaginado que sería un viejo Renault 4L, que más parecía una tartana sacada de un desguace que un vehículo oficial. Pero en fin, pensó, al mal pan buenas son tortas, y arrancando el 4L salió a toda pastilla del garaje.